Su cuerpo es un mapa de piel y músculos; sus venas, ríos de sangre tucumana. Lo apodan "Sansón"; él no resiste el elogio y se ruboriza. Sus bíceps y pectorales recuerdan el físico de un soldado espartano o imitan a los del otrora gobernador de California y actor Arnold Schwarzenneger. Miguel Morán pasea su cuerpo hercúleo por las pedregosas calles de Tafí del Valle y es inevitable no creerle cuándo dice su edad: 60 años. El fisicoculturista oriundo de Monteros encontró en los valles calchaquíes la receta para conservar su escultural fisionomía. "Es tiempo de descansar", suspira.

Recuerda que en 1991 logró el récord Guiness tras remolcar en Concepción una pesada maquinaria del ferrocarril. "Entreno de lunes a viernes, una hora y media por día, y me alimento sanamente con vegetales. Siempre me gustó ejercitarme, desde chico. En Tafí puedo trabajar mi cuerpo, pero sobre todo mi mente", explica. El musculoso está escribiendo un libro para concientizar a los jóvenes sobre el problema que acarrea el consumo de aminoácidos y los beneficios de fortalecer la memoria. "Nunca me inyecté nada y acá me ves. Los esteroides destruyen a las personas y producen secuelas terribles. Me entristece ver cómo muchos adolescentes son víctimas de estos químicos. No existe mejor ejercicio que este", explica mientras se señala la cabeza. Morán, que fue campeón en un concurso de fisicoculturismo en el noroeste argentino en los años 80, es un compendio de anécdotas fabulosas.

Afirma que a los 30 años podía mover tres automóviles con un par de sogas que ataba a la carrocería de los vehículos. "Luego fueron seis coches y más tarde diez; siempre intento superar mis límites. Logré mover de la misma manera un vagón de tranvía; hasta me animé a forcejear con caballos atados", recuerda.

Él y su esposa, Norma del Valle Vergara, decidieron hospedarse en el camping municipal de Tafí para "distraerse de lo habitual". En ese hábitat de naturaleza y frescura, Sansón rememora viejas hazañas. "Con mis manos doblaba clavos y rompía guías telefónicas. Ahora decidí romper mi reloj y doblar mi celular. No quiero depender de los horarios, quiero respirar. Si hay algo que no tolero es que me traten de bicho raro", advierte. "Pensar que yo competía forcejeando una cadena con 10 ?tipos?; ellos también tiraban y no podían ganarme".

Morán cuenta que en el 81, los policías le pedían que levantara el patrullero con la fuerza de sus brazos para cambiar las ruedas pinchadas. Meses más tarde presentó un show en Monteros: se postraba en el pavimento de la calle, se colocaba una madera en el pecho y dejaba que un camión lo pasara por encima. "Un capo", susurran sus vecinos de camping. En la actualidad es dueño de un gimnasio que tiene 60 personas inscriptas. "Ayudo a que los chicos adquieran fuerza pidiéndoles que se concentren y que se distraigan de las drogas; a los más grandes les garantizo una vida saludable", confiesa y asegura que tiene pensado realizar nuevos espectáculos en julio.